Adiós y bienvenidos

Así son las noches.

Así son las noches.

Expliquemos lo del adiós: Después de cinco años y casi exactamente cinco meses, y en una tesitura muy favorable, he dejado de ser parte de LaVanguardia.com. No ha habido violencia ni despecho, que nadie se alarme, pero sí pena. Porque aunque el futuro es prometedor y apetecible, es imposible no sentir cierta nostalgia, cierto vértigo.

Y expliquemos lo de la bienvenida: Este espacio al que ahora se le ven las costuras y que usa como nombre el participio de un verbo que –ay- según la RAE no existe será mi espacio para recibiros de ahora en adelante. Encontraréis un poco de todo, fundamentalmente de mis obsesiones y lugares comunes, como ya lo habías podido hacer en LaVanguardia, también en Cajón de Sastre, y hasta hace bien poco en The Objective.

Pero eso será en un futuro próximo.

Hoy toca hablar de lo que dentro de poco será el ayer. Y ser un poco sentimental.

Cuando pienso en estos cinco años largos, casi cinco años y medio, no sé por qué, siempre acabo pensando en la planta 2. La vieja planta 2. En cuando todo era más pequeño. También nosotros. Han pasado solo cinco años pero las cosas han cambiado mucho: Facebook y Twitter eran divertimentos; el SEO, algo relativo; y los viernes teníamos un pequeño apartado llamado ‘La frikada’, y era sólo una, y era semanal. Me entrevistó Ismael, y luego Enric, y era 16 de septiembre de 2009 y allí estaba yo. Y también estaban –no os podré mencionar a todos- Jaume, y nuestros cigarrillos de los viernes (la especie de los fumadores se extingue); Roberto, y nuestros cigarrillos matinales (es el momento de revelarlo: fumábamos. En redacción. Cuando nadie nos veía); Luis y Ruiz en las noches (que siempre acababan, sin saber bien como, con la tele sintonizada en canales alemanes de dudoso gusto donde aprendimos que cuatro se dice algo así como fíah); Patricia, que anduvo en el finde antes de dar un salto sin red a la Red; Marina, que sigue siendo la mujer con la que más amaneceres he compartido, y el lema ‘No en nuestro turno’ (ay, carvah, cuánto terremoto, secuestro y atentado amenizaron nuestros sábados por la mañana); Lourdes, de la que me perdí los varios meses en los que estuvo de baja (y cómo los echaré de menos porque nunca los tuve); Mònica y el café de primera hora, Patricia y la encuesta de última hora; y Calvet (que se llama Josep María, pero que es Calvet), y Mariano, y Vicente; y Ana; y Joana y Juan, que se fueron, como también Juan Carlos. Some have gone and some remain. Y el reino independiente de producción propia, con Sílvia y Joel y Albert y Jesús y Raquel, y también Lorena, que cuando empecé empezaba ella con la hemeroteca; y Toni, para el que no tengo palabras (porque se las ha quedado todas todas); y Juan (que se pasaba con más frecuencia de la profesionalmente necesaria por Participación… Ay, pillín) y siempre, a cualquier hora, en cualquier momento, para lo que fuera preciso, Txema.

Y Txema es mucho Txema. Y por eso el punto y aparte.

Y subimos a la planta tres, y llegó Fita, y había llegado Albert, con sus letras y su realidad –que es otra-, y también se sumó Txell. Y Alba, Albita. Y volvió Astrid (que es Mary Poppins: prácticamente perfecta en todo)… Y siguieron llegando: Màrius, Carles e Iñaki -cuántas mañanas, noches, fines de semana-. Y hasta Martínez.

Y durante un tiempo, cuando llegaba el miércoles, la palabra secreta era Saphire.

Pero sigo, porque la vida siguió: Llegó Oriol (y con él una especie de revolución sexual, o de monzón femenino. Y hasta ahí puedo leer). Y Diego. Y Aiats, que es como los ochenta: siempre vuelve. Y Juárez, al que besé -en la frente, en la frente- la primera vez que me pasó –ay- un titular para la portada cuadrado. Y Alexis, que ya sabe lo que le agradezco. Y Miriam, que es la niña de mis ojos.

Y también estabais, y seguís estando, el fondo sur de ADM, y los chicos y chicas de los directos, los corresponsales locales y de predios mayores –me levanto por Carla (¡Dípins!) y Asier-, el interludio de los SEOs, con Ferriol como constante, y tantos que pasaron aunque fuera un rato, una sola vez. O aunque fuera desde el papel, pero entonces sólo era por correo o por teléfono. Y de verdad es una pena que haya sido sólo por correo y por teléfono…

[Dijo Suárez -hagamos política- antes de prometer lo que podía prometer que convenía hacer normal «lo que a nivel de calle es plenamente normal». Y no sé qué hacemos siendo -aún, todavía- dos realidades separadas cuando nos perciben como una.]

Pero me está quedando buenista, todo esto. Ideal.

Y no siempre ha sido ideal.

También ha habido desavenencias, claro. Que nada es perfecto. Y discusiones y malas caras. Y a veces, también, mal ambiente. Pero todo con un punto en común: siempre que hubo un mal rato, siempre que lo ha habido, fue por el convencimiento de que las cosas se podían –y pueden- hacer mejor.

Siempre por más, nunca por menos.

Os echaré de menos. Y lo echaré de menos.

Echaré terriblemente de menos ser parte de ese frustrante caos milagroso que es una redacción, en el que cada día es una frustración y un desorden, sí, pero también un milagro. Y el milagro es que cada día, cada durante ochenta meses hicimos muy bien las cosas. Dentro de normas y medidas que todos discutimos, es verdad, pero muy bien hechas. Y lo hicimos nosotros, por nosotros, y nunca a pesar de nosotros.

Nunca a pesar de nosotros. Que nadie lo dude.

Y aunque las condiciones fueran duras; los horarios, infernales; el futuro, una ruleta rusa; la profesión, un agujero negro; y el gobierno –me incluyo-, a veces, un remedo epiléptico de la esquizofrenia hemos hecho grandes cosas. Muy buenas cosas. Para quien lo mida todo en números que se quede con una audiencia que se ha cuadriplicado en un lustro. Para quien lo mida de otra forma que piense en todo lo que ha pasado en estos cinco últimos años. En todo lo que ha habido que contar, y en todo lo que hemos contado, aunque sea bajo el seudónimo colectivo de Barcelona (Redacción).-.Y en todo lo que hemos sido capaces de dar.

Nunca a pesar de nosotros.

Y lo echaré de menos. Echaré terriblemente de menos ser parte de esa imperfección regulada que es contar lo que pasa (y a veces hasta lo que no pasa). Pero supongo que poco a poco iré mutando: los primeros días serán complicados –por todos los dioses, ¡no dejéis blancos ni viudas en los titulares, que me dará algo!-, pero poco a poco iré asumiendo la distancia, y mudaré en lo que acabaré siendo, en lo que empecé siendo: un lector más. El mismo que, hace treinta años, madrugaba cada día para ir a coger precisamente La Vanguardia al rellano de casa, y para saltar directamente a las páginas de deportes, y de allí al breve en el que aparecían los resultados de la NBA. Y entonces, de alguna manera, fue cuando empezó todo este camino hacia el caos, el desorden y el milagro. Porque en aquellas mañanas se me formó una idea en la cabeza: “¿No sería estupendo poder ser yo quien contara estas cosas?”.

Durante muchos años no fue más que un sueño. Y al final, se cumplió.

Porque los sueños se cumplen. Aunque no somos del todo dueños de la forma que acaban teniendo.

Así que adiós, queridos. Adiós y gracias por todo. También por las lágrimas que me sacasteis el último día (que fue el antepenúltimo, pero no pasa nada: desde hace cuatro años mis viernes eran lunes y mis domingos, miércoles). Esas lágrimas me las quedo para siempre y no pienso ocultarlas: son mi cicatriz de guerra, mi medalla en la pechera.

Adiós… pero bienvenidos

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3 comentarios en “Adiós y bienvenidos

  1. Javi
    Dejas por escrito una gran vivencia, la humana. Un testamento de pundonor y de buen hacer profesional, no exento de agudo sentido del humor, que te mantendrá muy presente en un equipo al que acompañará siempre el recuerdo vivo de tu figura y el hueco que dejas al iniciar el nuevo rumbo.

    Le gusta a 1 persona

  2. Muchas gracias por tus palabras, Javi. Ya se te echa de menos en la redacción, especialmente los domingos. Y si te apetece podemos incluir tu blog en nuestro apartado Tengo un blog (Participación); escríbeme cuando quieras si te agrada la idea…espero feedback 😉

    Un abrazo y éxito en tus proyectos,

    Le gusta a 1 persona

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