Mientras el Parlament de Catalunya inicia una desconexión de España a la que el Tribunal Constitucional se opondrá, en la CUP sigue el debate interno sobre qué hacer con la investidura de Mas. Las opciones son diversas: desde proponer un candidato alternativo (Neus Munté; finalmente, la opción es Raül Romeva) a ceder los votos mínimos para hacerla viable, y también negar la mayor y detener, o eso se afirma desde CDC, el proceso.
A grandes rasgos, la CUP podría considerarse el reflejo de Podemos en Catalunya. No son, evidentemente, lo mismo, pero sí pueden abrazarse sin rubor en más de una lectura de problemas, diagnósticos y propuestas de soluciones.
Uno de esos abrazos será sin duda en torno a lo que Pablo Iglesias define como Régimen del 78. La Constitución que unos y otros juzgan inadecuada por continuista con el franquismo, por Monárquica, por tibia en cuanto a la definición de nacionalidades históricas y por múltiples asuntos más.
Desde muchas tribunas, y no solo en época reciente, se ha criticado que la Constitución permitió la Transición política, pero no la económica, que sigue en el debe de España desde el siglo XX. La perpetuación de la oligarquía económica del franquismo en los hijos –o nietos- de los que se enriquecieron ilícitamente durante el franquismo es lo que ha traído los lodos actuales. Ramón Rato y su hijo Rodrigo han compartido riqueza y destino (de la riqueza): Suiza. De Florenci y Jordi Pujol, también padre e hijo, podría decirse lo mismo, cambiando Suiza por Andorra.
La CUP, ahora, tiene en su mano la continuidad del Procés catalán, pero también el poder de iniciar, como Podemos, la Transición económica. Es obvio que el país que quiere JxS (dato: el uso de la X para reemplazar la ‘P’ de ‘Pel’ evita que su acrónimo sea JPS, esto es, las iniciales de Jordi Pujol i Soley); el país que quiere la CUP es diferente al que quiere JxS, decía, como también lo es que el país que quiere la CUP es el que quieren el 8,2% de los catalanes que votaron el pasado 27-S. Así que, en el fondo, debe elegir entre dar paso a un país nuevo gobernado por de siempre, que es lo que propone JxS, o abrirse a un país, de verdad, nuevo, que es lo que está en su ADN… Y en el de sus votantes.
Quizá la CUP debería plantearse qué oportunidad es más única: si la de dar paso a un proceso de independencia en Catalunya o la de limpiar la política catalana de corrupción. Acabar con el Régimen del 78 –definición de Podemos- catalán, que también existe. Y preguntarse también si, en el orden correcto, ambas cosas no son posibles.
Cuesta imaginar a Podemos haciendo presidente a un candidato del PP, sea o no sea Rajoy, por no romper la unidad de España. Y es eso, trasladado a las circunstancias catalanas, lo que la CUP se plantea.
Expongámoslo de otro modo más llano. Imaginad que os dan un terreno sobre el que podeís construir lo que deseáis, pero que la concesión solo dura cuatro años. Imaginad que el terreno está lleno de escombros ¿Qué haríais, limpiar los escombros, a riesgo de que os tome cuatro años y no podáis construir, o construir sobre los escombros, lo que conlleva riesgo de derrumbe?
La respuesta está en la CUP.