Madrid, 1979 y la crisis de Podemos

El enfrentamiento entre las al menos tres almas de la formación morada no es una extravagancia, sino una consecuencia de su éxito. Y no es tan diferente a aquel que vivió el PSOE a finales de los setenta a cuenta del marxismo

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Orden, calma y cordura. El enfrentamiento interno en Podemos, con dimisiones, ceses, cartas públicas y un sinfín de titulares –“La crisis entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, sin duda significativa y noticiosa, ha merecido esta semana más titulares que el asesinato de Trotsky”, dice con finezza Enric Juliana- dibuja un partido al borde del ataque de nervios, cuando, muy probablemente, sea un partido que está encontrándose a sí mismo. Si fijamos las europeas de 2014 como nacimiento de la realidad Podemos, se trata de una formación insultantemente joven, de gran éxito mediático y depositaria de las emociones de muchos. Y todo lo que sucede en su entorno, más que crisis, es maduración. Nada del otro jueves.

Pensemos, por ejemplo, en 1979. El PSOE de entonces era el Podemos de ahora. Pasado al margen, era una formación nueva para un tiempo nuevo. De la misma forma que el PC fue el gran partido de la oposición durante el final del franquismo, una vez superada la dictadura, la izquierda cristalizó en el PSOE. Tal vez para los jóvenes, Carrillo y La Pasionaria eran figuras tan del pasado como Franco. En un sentido obviamente opuesto. Pero los jóvenes querían jóvenes. Sigue leyendo

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Por qué George Martin fue el ‘quinto beatle’ (y era tan importante)

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Cuando The Beatles, en 1962, entraron por primera vez en los estudios de EMI en Abbey Road se encontraron tres cosas: un enorme bote de caramelos de menta, un cartón de cigarrillos Gitanes y a George Martin.

George Martin (1926-2016) trabajaba para EMI en el sello Parlophone, dedicado a grabaciones menores –discos cómicos, entre ellos de Peter Sellers– y tradicionalmente al jazz. De sólida formación musical, el contraste entre Martin de 36 años entonces, y The Beatles, que entonces eran poco más que cuatro chicos de Liverpool con nula formación musical y con una imagen moderadamente aseada, fruto del trabajo de Brian Epstein, era enorme. No eran sólo los 15 años que les separaban. Eran la procedencia, la educación, las maneras, la guerra.

Pero tenían en común la música. La creatividad de, básicamente, Lennon y McCartney necesitaba vehicularse, canalizarse hacia algo en concreto. Y Martin fue ese canal. Sigue leyendo