[Dicho de otro modo: Cuando Vrain-Lucas encontró a Chasles]
Michel Florian Chasles fue matemático y geómetra. Fue brillante: Desarrolló la geometría proyectiva y su nombre es uno de los 72 –todo esto es pura Wikipedia- que está inscrito en la Torre Eiffel.
Pero fue también el estafado más crédulo de la historia.
A partir de 1860, cuando Chasles ya contaba con unos respetables 67 años, su afición a coleccionar autógrafos y cartas de personajes históricos le condujo hasta Denis Vrain-Lucas, un funcionario que dijo poseer una colección de autógrafos y cartas formidable que, circunstancialmente, se veía obligado a vender. Y que seguro que Chasles, con su conocimiento y prestigio, sabría valorar el contenido.
Como muestra, Chasles entregó una carta que Blaise Pascal había dirigido a Isaac Newton en 1656. Y Chasles, fascinado, leyó que en esa carta Pascal describía la Ley de Gravitación Universal. Casi perdió el conocimiento. Esa carta demostraba que Newton, simplemente, aplicó lo que Pascal le había explicado. El hallazgo ponía a Francia a la cabeza del conocimiento científico.
Ese era solo uno de los muchos documentos –decenas de miles- que Vrain-Lucas poseía, y que fue vendiendo a Chasles. Que pagaba generosamente. Muy generosamente, todo hay que decirlo.
Poco a poco, Chasles fue acumulando cartas del pasado. También otros coleccionistas: Vrain-Lucas encontró un filón en la competencia entre ellos, dado que los documentos que poseía estaban llamados a cambiar la historia. Cartas de Juana de Arco. De Dante. De Cleopatra. E incluso –ver para creer- la confesión de Judas Iscariote.
La fascinación de Chasles por los documentos era tal que, en 1867, decidió llevar la carta de Pascal a Newton a la Academia de Ciencias Francesa. Donde al fin alguien cayó en lo obvio. De una parte, en 1656 Newton tenía 13 años, y entre sus preocupaciones no estaba observar la gravedad. Chasles replicó con más documentos y mostró su colección.
Y entonces, todo se desmoronó. Porque los documentos –de Pascal, pero también de Judas o hasta de María Magdalena- estaban todos escritos en francés. Y todos redactados sobre papel con una marca de agua con la Flor de Lis.
Era tan evidente que eran documentos falsos que ni siquiera llegaban a falsificaciones. Porque hay que ser muy crédulo, hasta lo imposible, como para creer que Cleopatra escribiese en un muy académico francés del siglo XIX.
Vrain-Lucas fue llevado a juicio, en el que Chasles declaró y dijo haber pagado 150.000 francos por la colección. Y fue humillante para él. Por lo pagado y por mostrarse como una persona tan estúpidamente crédula.
Vrain-Lucas fue sentenciado a dos años de cárcel. Solo se le vio en público una vez más, a finales de diciembre de 1880.
En el entierro de Chasles, al que lloró desconsoladamente.