Asociación de Víctimas de ‘La La Land’

‘La La Land’ es una trampa. Una trampa hecha de música, baile, la sonrisa displicente de Ryan Gosling y los ojos –tantos ojos- de Emma Stone. Es una trampa emocional, pero una trampa. Pero –eso nunca- no huyáis, insensatos.

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Para hallar un cuerpo celeste en el espacio no es necesario localizarlo. También podemos inferirlo. Esto es, en función de lo que conocemos y por las circunstancias del entorno podemos deducir que en tal punto debe haber un planeta. Sencillamente porque el orden y las leyes que conocemos nos indican que para que ese orden pueda existir, ahí debe haber un planeta. Que no hemos visto, que tal vez nunca veamos. Pero sabemos que está ahí.

Algo parecido ocurre con La La Land. Creemos que hay una historia, pero en realidad solo la inferimos. Sigue leyendo

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Marisol Paino: Demasiado buena para ser mujer

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Marisol Paino (de pie, primera por la izquierda, dorsal 15), en sus años en el Celta.

A finales de los años 70 del siglo pasado, en la casi nada que era el baloncesto femenino español, surgió Michael Jordan.

Solo que Michael Jordan era una mujer de Valladolid llamada Marisol Paino.

Y era tan buena, tan extraordinariamente excepcional, que la única explicación que se encontró entonces a su superioridad es que, en realidad, debía ser un hombre.

Esa era la clave, claro: era demasiado buena para ser mujer. Sigue leyendo

Por qué George Martin fue el ‘quinto beatle’ (y era tan importante)

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Cuando The Beatles, en 1962, entraron por primera vez en los estudios de EMI en Abbey Road se encontraron tres cosas: un enorme bote de caramelos de menta, un cartón de cigarrillos Gitanes y a George Martin.

George Martin (1926-2016) trabajaba para EMI en el sello Parlophone, dedicado a grabaciones menores –discos cómicos, entre ellos de Peter Sellers– y tradicionalmente al jazz. De sólida formación musical, el contraste entre Martin de 36 años entonces, y The Beatles, que entonces eran poco más que cuatro chicos de Liverpool con nula formación musical y con una imagen moderadamente aseada, fruto del trabajo de Brian Epstein, era enorme. No eran sólo los 15 años que les separaban. Eran la procedencia, la educación, las maneras, la guerra.

Pero tenían en común la música. La creatividad de, básicamente, Lennon y McCartney necesitaba vehicularse, canalizarse hacia algo en concreto. Y Martin fue ese canal. Sigue leyendo

Una vez escribí un libro

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Aunque a veces se me olvide por desazón o desidia, es rigurosamente cierto: Una vez escribí un libro. Fue sin querer -es cierto-, y quizá por matar las horas perdidas, que ya estaban en realidad muertas, pero la cuestión es esta: que una vez escribí un libro, que al principio fue blog (este, que es un desastre de diseño y edición, con sus erratas incluidas) y que acabó haciéndose papel aquí (también como un desastre de diseño y edición, con sus erratas incluidas).

Supongo que casi un lustro después es hora de perder la vergüenza por haberlo hecho. Sí, una vez escribí un libro. Entre otras razones, por esto: Sigue leyendo

La batalla perdida

Tras la derrota, el General se refugió en su mansión. Pensó en dedicarse a la jardinería –el clima, la riqueza de la tierra y los conocimientos de botánica adquiridos en largas noches de enciclopédica lectura hubieran convertido la finca en la más notable de las ya de por sí notables mansiones de la zona-, pero lo desestimó: le hubiera faltado paciencia. La caza fue una alternativa, y se refugió en ella un tiempo, hasta que una mañana, mientras apuntaba a un venado, sintió una rara forma de piedad, una clemencia que desconocía -y que achacó a la vejez, y a la derrota: nunca había dudado en mandar a racimos de hombres a una muerte segura si la operación, militarmente, lo exigía-. Fue incapaz de disparar a aquel imponente ciervo que se erguía sobre el horizonte de la colina, imperial, indefenso: inocente. “Sí –desveló a sus allegados -, inocente. No es que no pudiera dispararle: es que no encontré motivo”. Aquella confesión le costó buena parte de los pocos amigos que ya le quedaban, militares como él. “La vida retirada le ha contagiado la cobardía”, decían, con un gesto que nunca se supo bien si era de pena o de reproche. Sigue leyendo

Adiós y bienvenidos

Así son las noches.

Así son las noches.

Expliquemos lo del adiós: Después de cinco años y casi exactamente cinco meses, y en una tesitura muy favorable, he dejado de ser parte de LaVanguardia.com. No ha habido violencia ni despecho, que nadie se alarme, pero sí pena. Porque aunque el futuro es prometedor y apetecible, es imposible no sentir cierta nostalgia, cierto vértigo.

Y expliquemos lo de la bienvenida: Este espacio al que ahora se le ven las costuras y que usa como nombre el participio de un verbo que –ay- según la RAE no existe será mi espacio para recibiros de ahora en adelante. Encontraréis un poco de todo, fundamentalmente de mis obsesiones y lugares comunes, como ya lo habías podido hacer en LaVanguardia, también en Cajón de Sastre, y hasta hace bien poco en The Objective.

Pero eso será en un futuro próximo.

Hoy toca hablar de lo que dentro de poco será el ayer. Y ser un poco sentimental. Sigue leyendo