Marisol Paino (de pie, primera por la izquierda, dorsal 15), en sus años en el Celta.
A finales de los años 70 del siglo pasado, en la casi nada que era el baloncesto femenino español, surgió Michael Jordan.
Solo que Michael Jordan era una mujer de Valladolid llamada Marisol Paino.
Y era tan buena, tan extraordinariamente excepcional, que la única explicación que se encontró entonces a su superioridad es que, en realidad, debía ser un hombre.
Esa era la clave, claro: era demasiado buena para ser mujer. Sigue leyendo