Por qué George Martin fue el ‘quinto beatle’ (y era tan importante)

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Cuando The Beatles, en 1962, entraron por primera vez en los estudios de EMI en Abbey Road se encontraron tres cosas: un enorme bote de caramelos de menta, un cartón de cigarrillos Gitanes y a George Martin.

George Martin (1926-2016) trabajaba para EMI en el sello Parlophone, dedicado a grabaciones menores –discos cómicos, entre ellos de Peter Sellers– y tradicionalmente al jazz. De sólida formación musical, el contraste entre Martin de 36 años entonces, y The Beatles, que entonces eran poco más que cuatro chicos de Liverpool con nula formación musical y con una imagen moderadamente aseada, fruto del trabajo de Brian Epstein, era enorme. No eran sólo los 15 años que les separaban. Eran la procedencia, la educación, las maneras, la guerra.

Pero tenían en común la música. La creatividad de, básicamente, Lennon y McCartney necesitaba vehicularse, canalizarse hacia algo en concreto. Y Martin fue ese canal. Sigue leyendo

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Cómo joder a un ‘beatle’


Paul quits The Beatles. El titular del 10 de abril de 1970 del Daily Mirror siempre hizo sonreír a John Lennon. Dos años antes, durante la grabación del Álbum Blanco, Ringo dejó el grupo durante dos semanas, aburrido de jugar a las cartas mientras el grupo, o las fracciones que quedaban de él, le ignoraba. La batería de Birthday, firmada por Paul McCartney, es testimonio de la fractura. Un año después, en 1969, la discusión entre Macca y George Harrison en los fríos estudios de Twickenham llevó al guitarrista a dejar la banda durante un tiempo. “Tocaré lo que quieras que toque. O no tocaré si no quieres que toque. Haré lo que sea que te complazca”, dijo Harrison, y así lo atestigua la película Let it be. Y el propio John, en plena fusión con Yoko Ono, también había anunciado su intención de dejar el grupo a lo largo de 1969. Claro que también había anunciado que era la reencarnación de Jesucristo. Pero en su etapa de destrucción del mito beatle, Lennon se planteó dejar la banda. Por eso quiso que Let it be viera la luz con su pobre producción original. Y por eso cantó “I don’t believe in Beatles” en su celebrada God.

La cuestión es que cuando Paul McCartney dejó The Beatles, el resto del grupo ya había dejado la banda previamente. Y por eso Lennon sonreía: Paul actuaba como un novio despechado. Con ese “la he dejado yo” que generalmente camufla el dolor por el abandono no deseado.

Todo ese desprecio se convirtió en guerra el 28 de mayo de 1971. Ese día, Paul McCartney publicó RAM, su segundo álbum en solitario. Y John Lennon vio en él una declaración de guerra.

Porque lo era. Sigue leyendo